Sabía
lo que venía pero, inevitablemente, cuando el telón se abrió por segunda vez en
la noche me costó reaccionar. Las luces dejaban en la sombra a una figura
grande, corpulenta, situada justo en el centro del escenario. Tardé un par de
segundos en darme cuenta de que era Mediyama el que se mantenía en pie,
enfrente del público, con los rayos de luz pasando sobre él, en una imagen
teatral, barroca, casi bíblica. Las piezas del puzzle encajaron cuando vi a los
otros tres tíos que le guardaban las espaldas: Hose, Héctor G. Roel y Dj Mesh.
Foto de Mediyama el pasado 2-4-16 en el susodicho concierto. Foto por Aury de Cruz. |
Podría
hacer una crónica de la fiesta que tuvo lugar en Madrid esa noche. Medi actuaba
tras Fab y Nova Mejías, y precedía al pez gordo: Piezas, que presentaba su
Melancholia. Pero no, hoy no voy a escribir sobre eso. Esto no va de crónicas
ni de reseñas, sino de compartir con vosotros la figura de un tío que pone un
gorila como portada de su disco en solitario y que se considera a sí mismo como
la versión joven de Goyo Jiménez.
¿Quién
es este individuo? La inmensa mayoría del público lo conoce por ser miembro
varias formaciones, como Hydra –un grupo que mezcla el rap con varias formas de
rock duro- o Res Non Verba –rap hardcore donde los haya con todo lo que eso
conlleva, Neurosis es su último trabajo-. En añadido y mayor medida, la gente
lo conoce –servidor incluido- por ser el corista de Rayden en sus giras, desde
que empezara a sacar discos en solitario con Estaba Escrito. No me merece la
pena, ni el tiempo, ni el espacio desmentir la suposición de que Mediyama vive
bajo la alargada sombra de Rayden y sus fans. Medi no va por ahí. Este escrito
tampoco.
Mindfuck,
su disco en solitario, salió en 2015 (hablamos de él en la review sobre los
trabajos que más escuché en ese año, check it out). Habiendo escuchado su curro
con Res Non Verba e Hydra, la expectativa que puede generar el disco es clara: guitarras
machaconas, agujetas en el cuello, gritos, hardcore, canciones bestias, cristales
rotos para acompañar la cerveza… Mindfuck me sorprendió en su día por ir más
allá. Mediyama amenaza susurrando, pero cuando grita, machaca y demuele. En una
mano, un concepto y un sonido arriesgados. En la otra, la versatilidad y la
elegancia del que conoce el juego a la vez que a sí mismo.
“Hoy
vais a ver, por primera vez, el concepto que tenía en mi cabeza para presentar
Mindfuck. Olvidaos de todo lo de fuera, hoy toca sentir”, nos dijo.
¿Sentir el qué? Pues para empezar, una voz. Corrijo: la voz. Para los que estamos acostumbrados a rondar por los escenarios –arriba o abajo, da un poco lo mismo- es muy fácil reconocer quién sabe hacer determinadas cosas. Cuando el jodido Mediyama se pone a soltar ladrillos verbales saltan a la vista las tablas, el tiempo, la formación y el trabajo que ha dedicado aaprender a manejar su
voz a hacer gárgaras con lava incandescente.
¿Sentir el qué? Pues para empezar, una voz. Corrijo: la voz. Para los que estamos acostumbrados a rondar por los escenarios –arriba o abajo, da un poco lo mismo- es muy fácil reconocer quién sabe hacer determinadas cosas. Cuando el jodido Mediyama se pone a soltar ladrillos verbales saltan a la vista las tablas, el tiempo, la formación y el trabajo que ha dedicado a
Yo
tengo una teoría. Bajo mi punto de vista, Medi es el corista perfecto. Me
explico. Para el cantante principal –Rayden o Camilo Sesto, da lo mismo-, contar
con Mediyama como corista debe ser un lujo. Es un tío de garantías que no te va
a fallar una frase –lo sé, lo he visto-, pero que además tiene presencia, tanto
física como musical: no se va a quedar como un pasmarote en la parte de atrás del escenario, a lo que suma un chorro de voz y una técnica vocal de espanto. He aquí el
problema: cuando el propio Mediyama es el cantante principal, es jodidamente
complicado que no eclipse al resto del escenario por completo. Medi apenas se
mueve por el stage cuando rapea; gesticula mucho, sí, pero no se da largos
paseos. No le hace falta; es imposible quitarle la vista de encima cuando te
está soltando en la cara el gorgorito de turno.
Por eso quiero aprovechar para
reconocer desde aquí la inmensa labor de Hose, de la H Suena, que no sólo no
falló una nota coreando a Medi, sino que complementó al ya de por sí complementado.
Se nota lo fino que estos tíos han tejido los hilos en cada movimiento ahí
arriba. Por desgracia, no se aprecia igual de bien lo difícil que es conseguir
ese equilibrio.
Sigo
con Mesh. Hace algunos años, cuando el tío contestaba preguntas por Ask a
través de su Twitter, le pregunté (pregunta, freak, pregunta!) cuál había sido
el punto de inflexión que le había hecho convertirse en uno de los mejores Dj´s
de España. Me contestó diciéndome que no se consideraba como tal. Pues bien,
querido Jorge, si no lo eras entonces, mucho me temo que ahora sí lo eres. Te
doy argumentos: los scratches de la intro de Mindfuck no son ni medio normales.
Los de Magia Blanca no son ni medio normales. Los que te marcas en directo,
tampoco, y mi cuello lo atestigua. Estoy seguro que eres capaz de enumerarme
todas las virtudes que debe tener un gran DJ, igual que estoy seguro de
que no eres capaz de decirme ninguna que no poseas –salvo lo de ser calvo y
salir en Telecinco con el Dj Hero-.
Tanto
Rayden como Mediyama han cambiado mi concepción de un directo de rap. “¿Y qué
pinta Rayden aquí?”, pensaréis. Muy sencillo: Rayden, en su En Alma y Hueso,
fue el que se sacó un conejo de la chistera. Un conejo enorme, con sombrero, frondosa
barba negra y unas guitarras jodidamente molonas que toca como los ángeles
mientras su cara permanece invariablemente estoica: Héctor García Roel (y me
santiguo mientras lo escribo).
Más allá de las innovaciones en las producciones
musicales –no voy a ponerme a alabar todo, que luego alguno me tachará de
pelota o de interesado-, la forma en la que Héctor se sube en las
instrumentales con sus guitarras es algo que quizá no es nuevo, pero que
funciona como pocas cosas lo hacen dentro del rap. Soy de los que dicen que
cada concierto de Rayden (o de Mediyama, como es este caso) habría que verlo
dos veces: uno mirando al cantante en cuestión, y otro viendo cómo Héctor toca
o deja de tocar, cómo mete un acorde, un armónico, un punteo, o un chirrido de
guitarra en el momento preciso.
Como
músico, Mediyama es un concepto en sí mismo. Ese concepto ha sido llevado al
plano musical por gente como Héctor, y al audiovisual por gente como (el
genial) Dan Barreri. Tal y como yo lo veo, Mediyama no crea Mindfuck, Mediyama
es Mindfuck. De esta forma, a la hora de presentar ese concepto en directo tienes un viaje de sensaciones
basado en los tres pilares maestros: Hose, Mesh y Héctor. Sobre ellos está la
reflexión de 4:35, o la frenética Parásitos, de forma que se alcanza el clímax
cuando Siete, Seven, Puto Siete o como le queráis llamar sube para cantar Oasis.
Qué animalicos. La imagen de los tres MC´s, Siete, Medi y Hose, cantando a todo
pulmón sobre las guitarras de Héctor en el estribillo de la canción tardará
mucho tiempo en huir de mi memoria. Apoteósico es la palabra. Una catarsis
absoluta, una ejecución perfecta; me recorrió cada víscera. Como Insensibles:
la culminación, la explosión final, lo que acaba de demolerte por completo.
Para
mí, sin embargo, el directo de Mediyama es
algo más que todo eso. Y aquí entro en el terreno personal. Lo resumo en un
único término, en la que a mis ojos es la mejor canción de Mindfuck: Nebulosa.
He visto esta canción tres veces en directo. La primera fue en forma de lo que
creo que recordar que era una acapella, en la gira de Rayden de Mosaico. La
segunda, en un concierto de la gira de En Alma y Hueso. La tercera fue el
sábado, como ya os he dicho, por primera vez en una presentación íntegra de
Mindfuck.
Nebulosa
es la única canción de rap que he visto en directo que ha hecho que los ojos se
me empañen con riesgo de derramar las lágrimas. Dos veces. No sé si es la
producción de Rayden, la letra de Medi, o cómo hacen que la canción crezca en
el soliloquio final con un Mediyama completamente ido, gritando como si no
hubiera mañana cada sílaba, como si le ardieran por dentro. No sé, de verdad,
por qué esa canción me transmite tanto. Pero las dos veces que la he escuchado
íntegra me ha pasado lo mismo: me quedo mirando con la boca medio abierta, incapaz
de moverme, con los pelos de punta, sintiendo cada jodido compás de la canción inundar
mi cuerpo mientras se forma un nudo en mi garganta y los ojos se me llenan de
yonoséqué. Y me dan ganas de cerrar los ojos y sumergirme de lleno en lo que
mis oídos me traen, pero a la vez no puedo cerrarlos, porque Mediyama parece
morir cada vez que llega a la parte final.
En
la presentación del pasado sábado viajé en cada matiz, cada entonación, cada
grito, cada punteo. O lo que es lo mismo, cada gota de sudor de la frente de
Mediyama. El que se supone que es el eterno escudero –lo siento, la metáfora de
Sancho Panza no la pienso hacer- se coronó haciendo honor a sus virtudes y a
los que le rodean. Ojalá Mindfuck contara con una gira propia, porque vaya si
la merece. Un concierto de dos horas de esa mierda nos reduciría a cenizas a
todos.
Y
de ahí, sólo volveríamos a arder. Porque, como artista rodeado de artistas, Mediyama
te hace viajar, y seguir el rastro de la magia entre sus gritos, mientras él,
simplemente, se limita a hacerse infinito entre las luces.
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